Al entrar a su habitación del
departamento cuatro ambientes de Puerto Madero, Amado Boudou, el Vicepresidente
de los argentinos, se sacó la corbata y la arrojó sobre la cama de dos plazas.
Las luces automáticas del baño en suite se encendieron apenas entró.
Petrificado frente al espejo, Amado se quedó unos minutos examinando su
apariencia. Su cabellera joven y rebelde seguía igual de atractiva que siempre,
pero esas ojeras definitivamente no estaban allí la semana pasada. Tampoco se
acordaba de otra ocasión en que se notaran tan marcadamente las aureolas de su
sudor a través de la camisa.
Se empapó la cara y se peinó
hacia atrás la melena. Pero la figura reflejado en el espejo cruzó los brazos
mientras lo observaba tomar la toalla de manos y le dijo:
-Creo que ya lo sabés, ¿no? Se
nos acabó el sueño.
El Vicepresidente, que recibió
la revelación propia como una puñalada al corazón, se desplomó con sus brazos
sobre el mármol blanco. Tras un largo suspiro, levantó la mirada y se vio
preocupado.
-A mí no me vengas con eso,
Aimé- respondió Boudou. -Sabés que miles de políticos argentinos han estado
involucrado en cosas peores y salieron intactos. Tenemos la mala suerte que nos
tocó un gobierno que se encargó de tocarle el culo a los más poderosos. Pero,
¿sabés qué? Estoy orgulloso. Ya le ganamos una vez al hijo de puta de Magnetto,
y vas a ver cómo puedo hacerlo de nuevo.
-No sé, Amado. Honestamente, ¿te
ves como el próximo Presidente? Decían que ningún gobierno sobrevive tres tapas
de Clarín. Sabemos que Néstor probó que no es verdad. Pero no es lo mismo un
gobierno que un funcionario. A Jaime lo destrozaron. Ni quiero pensarlo, pero a
nosotros nos puede pasar lo mismo...
Aimé frenó un segundo y observó,
casi con pena, la cara de espanto del Vicepresidente. Intentó calmarlo:
-Hay que darnos cuenta de que no
somos Cristina. No somos intocables. Tenemos que aceptar que no tenemos las
manos limpias con Ciccone ni Vandenbroele. Pero también que es verdad que
empezamos en la UCeDé, que no nos simpatiza Moreno, ni Kicillof, ni su
ideología...
-Pará, pará...
-Y que preferimos caerle mejor a
los del FMI y el Club de París que a...
-Bueno, basta- cortó en seco el
Vicepresidente.-Ya sé a que te referís. Pero ya está. Ahora este soy yo. Somos un
ex-neoliberal arrepentido. ¿Y qué? Cristina lo dijo: un hombre puede cambiar de
pensamiento.
-Sí, pero vos no camb...
-Eso no importa. Yo voy a ser
Presidente, y para serlo, voy a transformarme en lo que tenga que ser.
Aimé se quedó mirándolo
pensativo desde el espejo. Y finalmente exclamó:
-Bueno, pero para eso te falta
transformarte en algo más.
El Vicepresidente lo miró
sorprendido:
-¿En qué?
-En un funcionario honesto.
Amado Boudou volvió a su
habitación y , al mismo tiempo que las luces automáticas del baño se apagaban,
se dejó caer sobre las sábanas de algodón peruano de su cama.